Fue en 1993, después de la vendimia, cuando decidimos esta mezcla.
La viura se había vendimiado a mediados de octubre, con un grado alcohólico no muy alto y una acidez media. Se había macerado durante varias horas y después habíamos obtenido el mosto yema procedente del sangrado. El aroma de este mosto y más tarde del vino, inundaba la bodega. Sin embargo en la boca nos faltaba una chispa de frescura.
La chardonnay se vendimió a finales de septiembre con un buen grado alcohólico y una acidez increíblemente alta. También hubo maceración en frío, lo que incrementó la densidad del mosto.
“Era cuestión de tiempo que ambas variedades se encontraran. El equilibrio fue magnífico: frescura y carnosidad aportadas por el vino de chardonnay, delicadeza de aromas y amabilidad procedentes del viura”
Desde entonces, repetimos el ensamblaje año tras año, dando para cada añada una proporción adecuada de ambas variedades siempre en torno al 25% Chardonnay.
El resultado es un vino realmente fácil de beber, para disfrutar como aperitivo, bien frío no acompañado pescados blancos, mariscos y moluscos.