Partíamos con tres variedades con experiencia demostrada en la crianza: tempranillo, cabernet sauvignon y merlot. “Solamente” había que ensamblarlas.
Parecía fácil, pero necesitamos un tiempo para encontrar lo que buscábamos.
Queríamos fuerza y madurez, pero también elegancia y fineza. Los primeros años del cabernet fueron de “niño malcriado”, pese a los cuidados que le dábamos parecía siempre enfadado y se empeñaba en mostrar siempre algún “pero”. Tardamos un tiempo en ver que solamente quería más sol, le estorbaba la sombra de las hojas en el racimo durante el final de la maduración, en el mes de octubre. Cuando finalmente deshojamos las cepas a la altura de la fruta, el cabernet “explotó” y nos dio la complejidad y la madurez buscadas.
Del tempranillo ya hemos hablado y del merlot nos costó algún tiempo descubrir que necesitaba “respirar”, los depósitos grandes e inertes eran su tumba: reducciones, desaparición de frescura.., mientras que en las barricas se sentía como “pez en el agua” y acababa mostrando su mejor expresión.
“Cada cosecha es distinta. Las proporciones de cada variedad utilizadas en el ensamblaje de los vinos varía en función de las particulares características de la añada, pero siempre se mantiene un estilo que fundamentalmente intenta reflejar la “tierra”, el valle de Nekeas”
Son los compañeros ideales de las carnes rojas y de las legumbres. También son vinos fantásticos como “la copa” de después de comer.